¿Quién
 no ha gozado un buen concierto? Todos los que hayamos asistido a algún 
concierto, al menos una vez hemos entregado parte de nuestro corazón 
ahí. La música es el alimento de nuestro espíritu sobretodo para esos 
seres atormentados que no podemos vivir sin ella. 
Sin 
embargo, si yo pregunto ¿quién no ha estado drogado?, lo más probable es
 que la respuesta sea más limitada. Así que explicaré un poco (no por 
experiencia personal, obviamente) lo que es un Candy Flip.
Candy flip: Cuando mezclas MDMA con LSD.
 El
 MDMA es una droga que te altera los sentidos, la cual te genera 
empatía, intimidad, te hace ver todo feliz, todas las sensaciones son 
aumentadas al máximo, la piel es un mapa de infinitas probabilidades y 
la empatía es parte importante del núcleo. El LSD es una droga 
alucinógena, que altera los sentidos también, tu percepción se 
distorsiona, los colores son mas brillantes y todo lo visual se 
convierte en un baile interminable frente a ti. Imaginen ahora que 
combinas ambas cosas. 
Resultado: El resultado es la 
alteración de la realidad con un enfoque sensorial y visual que va desde
 la felicidad hasta la euforia, la maximización de los sentidos y la 
conexión con tu cuerpo y tu cabeza. En pocas palabras, si es bien 
llevado, el "candy Flip" es una experiencia que te lleva de la intimidad
 mas profunda y sexual al furor excitante y volcánico.
El concierto de hace dos días de Nick fue el "candy flip" masivo para todos.
Yo he visto a Cave las dos veces que ha estado en México. El primer 
concierto fue íntimo, personal, profundo y puedo decir, privado; no 
había mucha gente y yo estaba cerca del escenario viéndolo claramente, 
disfrutando de su profunda voz, moviéndome al ritmo disonante de su voz y
 la música de The Bad Seeds. La gente a mi alrededor también lo hacía, 
el efecto que provocaba al estar cerca de él era el de querer tocarlo. 
La gente gritaba su nombre, lo llamaba maestro. 
En
 esta ocasión, la dinámica fue diferente. Al enfrentarme al concierto y a
 lo que Cave provocaba en sus fans, no puedo compararlo con menos que el
 nacimiento de una religión. Nick tiene el poder de lograr un Candy flip
 masivo, lleno de adoración hacia el. Fue el Dios que caminaba entre 
sorprendidos mortales que no creían que esa deidad musical los visitara.
Primero
 empezó diciendo que el 2 de Octubre no se olvida; en lo personal tiene 
razón, él lo hizo inolvidable de una manera hermosa. La gente estaba 
extasiada con la voz del cantante y la música de The Bad Seeds; juntos 
lograron el efecto visual y la explotación de las sensaciones; y todos 
nosotros alrededor éramos peones en la montaña rusa de sentimientos: 
desde la melancolía al fervor, de la tristeza al arrebato y la euforia incontenible. De la
 pasión a la adoración completa. Los movimientos de Cave iban de lo 
sensual a lo agresivo y la gente reflejaba lo que él transmitía, éramos 
el espejo de lo que expresaba.
Con su 
desgarradora voz y un set list que no ha cambiado en toda su gira nos 
dio el espectáculo de la vida; solamente que en México si cambio el set 
list, llevándonos al clímax con "The mercy seat". La gente oía, gritaba,
 se movía. Todos estábamos sufriendo una catarsis indescriptible, donde
 todo eran sensaciones provocadas como el amante que toca a su pareja 
para enloquecerla. La presencia de Cave en el escenario era cuasi 
orgásmica y con movimientos y su voz profunda nos llevaba a todos en 
sincronía, a donde él quería llevarnos en un vapuleo constante de emociones.
Me dijeron "Nick Cave es el diablo, y si me dijera que en este momento me lleva al infierno le diría que sí".
Para
 mi Cave es el Hierofante, el místico adorado por los humanos; esa noche
 lo comprobé; cada que abría los ojos y veía a la gente, veía una masa 
moviéndose al mismo ritmo que yo, sin importar si la canción estaba 
llena de melancolía, de sensualidad o de fuerza; el resultado era el 
mismo, la gente se movía al ritmo de la banda. Se oían los gritos 
alrededor, junto a mí y desde mi pecho; esos gritos necesarios para no 
explotar de risa, de amor, de felicidad, de tristeza y melancolía. Todos
 sentíamos a Cave, cuando caminó entre nosotros, se le dejó pasar, 
admirando y adorando a ese ser que se sumergía en el mar de gente que le
 idolatraba. Cuando subió a algunas mujeres al escenario para 
acompañarlo, ellas respetaron su papel y  bailaron y corearon con él pero sin transgredir su espacio. 
En
 algún momento una de ellas se acercó, lo abrazó y lo vio con ese amor febril. En ese momento todos fuimos esa chica, todos abrazábamos a 
Cave que nos llevaba a un clímax sensorial y a una euforia emotiva casi primitiva; tan cercana a estar drogado. Concluí con mis amigos que todos estábamos embriagados y colocados, pero de él, de su presencia, de los músicos, de esa sintonía perfecta que duró casi dos  horas y media. Yo cruce la mitad el país para estar ahí, moví todo lo necesario para el gran show, para el concierto de mi Hierofante. No me arrepiento de haber viajado solamente por esas dos horas de entrega.
Al  final, todos embriagados de él, disfrutamos el concierto al grado de volvernos uno con la multitud, no se los demás pero puedo asegurar que las "malas semillas" que plantó en nosotros Nick Cave, se convirtieron en la droga para disfrutar uno de los mejores conciertos del año.
 
